30 años de Constitución; 30 años de Libertad

"España estaba ausente. Estaba ausente del mundo. Estaba ausente de España. Pero ¿ha vuelto? Todavía no. Está volviendo, y vuelven las ideas y los valores. No regresa sola. Viene acompañada de valores, los de la libertad. España no está huérfana. Muchos le esperan, porque delante de ella está el porvenir. Porque sus hombres y mujeres, los más viejos, aceptaron sufrirlo todo; hoy los más jóvenes han tomado el relevo". Estas palabras son el comienzo del discurso pronunciado por el ex-presidente francés François Miterrand en el XXVII Congreso del PSOE, en 1976. En sus palabras, casi siempre sabias y medidas, se podían ver las ganas que existían de cambiar el país apenas un año después de la muerte del dictador Franco.

Dos años más tarde, en 1978, tal día como ayer, 5 de diciembre, se cerraba la campaña del referéndum para la aprobación de la séptima Constitución Española en la historia. Durante la última noche, el presidente electo, Adolfo Suárez, la definió como "una norma suprema de convivencia que amparará a todos por igual". En su intervención también negó que el texto constitucional consagrara el aborto, proclamara el divorcio, prescindiera de la familia, dejara de garantizar la libertad de enseñanza, ni que atentara contra la unidad de España.
Por su parte, Felipe González, secretario general del PSOE por entonces, dijo que esta es la Constitución de todo el pueblo. "Debe ser el punto de partida para construir la nueva democracia, para abordar los problemas, graves e importantes, sin duda, que afectan al país" añadió al final de su intervención en TVE.

El día 6, el 59.40% de los españoles con derecho a voto decidieron que querían que su futuro pasara por las bases de una Carta Magna que consagrara los derechos y las libertades que tantos años habían permanecido guardados en un cajón de El Pardo. El 5.35% prefirió dar su voto negativo y el 32.33% prefirió quedarse en casa para ver, quizás, las últimas noticias sobre el asesinato, por parte de ETA, de dos policías y un guardia municipal en San Sebastián el día anterior. Pero lo cierto es que aquel miércoles pasó a la historia de España por poner el punto y final definitivo a la dictadura franquista.

No obstante, la prueba de fuego para nuestra Constitución, el momento en el que sus 169 artículos pendieron de un finísimo hilo, llegó el 23 de febrero de 1981. Durante la votación de investidura de Leopoldo Calvo-Sotelo tras la dimisión de Adolfo Suárez, el general de la Guardia Civil, Antonio Tejero Molina irrumpió en el Congreso de los Diputados junto con otros 150 guardias civiles. Ese intento de golpe de Estado puso en jaque al Estado de Derecho y a la Constitución; sin embargo, las negociaciones que se llevaron a cabo entre el militar golpista y el jefe del Estado Alto Mayor, Alfonso Armada, así como el apoyo del Rey D. Juan Carlos a la solución del conflicto, hicieron que en la mañana del día siguiente Tejero se rindiera ante el general Aramburu Topete en las dependencias de El Pardo. Poco antes, los diputados habían ido saliendo del Congreso a la calle, donde más de 6000 personas esperaban la resolución del conflicto y cantaban vítores tales como "!Viva la Constitución!" o "!Libertad, libertad!".
A partir de ese momento se tuvo conciencia de que lo que se había aprobado en 1978 no iba a ser flor de un día, ni de un año, ni siquiera de 10.

Hoy es día 6 de diciembre de 2008, y se cumplen 30 años de la aprobación de nuestra Carta Magna. Puede que sea imperfecta y que le hagan falta algunos retoques de maquillaje para adaptarla a los nuevos tiempos (reforma del Senado y abolición de la Ley Sálica), pero es un hecho innegable que la Constitución ha sido, y es, el pilar básico de nuestra libertad, donde se asientan todos los derechos de los que disfrutamos y también las obligaciones que hemos de cumplir.

La Constitución nos está regalando la mayor época de democracia de la Historia (el tiempo máximo que ha estado en vigor una Constitución en España fue desde 1876 hasta 1931, aunque Miguel Primo de Rivera la suspendiera en 1923 nunca llegó a ser abolida), así que disfrutémosla y mimémosla, porque, como decía Miterrand al finalizar su intervención:

"¡Viva la vida, y viva la libertad!"