Rusia deja helada a media Europa

Dos personas, tan solo dos, son suficientes para dejar a media Europa congelada bajo la ola de frío que recorre el continente estos días. Sus nombres no son otros que los ya archiconocidos Vladimir Putin, actual Primer Ministro Ruso y ex-Presidente de Rusia, y el que fue elegido por Putin para ocupar su puesto en el Kremlin, Dmitri Medvedev.

Los manómetros, a cero

El primero de ellos, Putin, comenzó su carrera profesional ni más ni menos que en la KGB, desarrollando labores de investigación política y militar. Y no se debió olvidar de los métodos que usaban en la agencia de espionaje para eliminar a sus enemigos, puesto que en la actual Rusia, criticar al gobierno supone un peligro constante de muerte "accidental". Muestra de ello es la muerte, en circunstancias extrañas, de la periodista comprometida con la oposición rusa, Anna Politkóvskaya. Tras escribir libros como "La Rusia de Putin" o "El Infierno de Chechenia", Anna fue asesinada el 7 de octubre de 2006 en el ascensor de su domicilio en Moscú. Poco más tarde, un espía que intentaba esclarecer la muerte de la periodista fue envenenado con Polonio 210 en diversos lugares de Londres. Litvinenko declaró, días antes de morir, que Putin era el culpable de su asesinato.

La otra persona que se basta para cortar el gas a Europa es Medvedev, quien el 7 de mayo del pasado año se convirtió, con 42 años, en el presidente ruso más joven de la historia desde 1917. Él fue el señalado por Putin para seguir con la oligarquía que tienen montada en el Kremlin. Al no poder presentarse a una nueva reelección, Putin eligió al candidato que más le convenía para continuar con la política de reafirmación del sentimiento nacional de cara al exterior y de avanzar en el desarrollo económico y social del país. Él no se iría de la brecha política, es más, ganaría poder al ser nombrado de inmediato como Primer Ministro.

Medvedev es, además, Vicepresidente de la mayor empresa gasística del Mundo: Gazprom. Este emporio del gas suministra todo el combustible que utilizan países europeos como Estonia, Finlandia o Lituania, el 35% a Alemania y el 25% a Francia, entre otros. Y para que toda esta cantidad ingente de gas llegue hasta estos lugares debe pasar primero por un país bisagra como es Ucrania, gobernado por el también envenenado Viktor Yushchenko.

¿Qué ocurre entonces? Hay, como para casi todo, dos visiones del conflicto. La primera de ellas, por empezar en algún sitio, es la que arroja Rusia, que dice que Ucrania les debe (a Gazprom=Rusia) un monto de 2100 millones de dólares y que, por tanto, les cierra el grifo, pero solo a ellos, debiendo dejar pasar combustible al resto de Europa. Pero claro, los ucranianos, que no son tontos, dicen: si está pasando combustible por mi país, ¿no voy a poder cogerlo? Y es entonces cuando, siempre según Rusia, lo roban del suministro que va hacia el resto de Europa, por lo que se decide cortar completamente el bombeo.

Por su parte, los ucranianos alegan que la deuda es mucho menor de lo que dice el Kremlin y que están dispuestos a negociar para solventar el problema.¿Quién sale perjudicado en este embrollo? Como siempre, los ciudadanos. En países como Bosnia-Herzegovina o Rumania, un corte de gas alargado en el tiempo supondría una catástrofe humanitaria debido a la conjunción de la ola de frío con la falta de combustible. En otros países como Italia, el suministro se ha visto reducido en un 20%, y en Austria el 90%. En España, al menos, no tendremos problemas de este tipo, ya que todo el combustible de este tipo que utilizamos nos llega desde los gasoductos que unen la Península con Argelia.

En definitiva, parece mentira como el poder de dos personas puede dejar a media Europa congelada de frío y a expensas de lo que pase en la reunión que mantendrán el jueves los mandatarios de la rusa Gazprom y la ucraniana Naftogaz. Mientras tanto, las mantas y los braseros seguirán bombeando calor a pleno rendimiento.

Por Nacho G. Hontoria