Yo pinté "El Coloso"

Estoy indignado. Ni la SGAE, ni el Ministerio de Cultura, ni siquiera el propio Museo del Prado han tenido la vergüenza de preguntarme acerca del cuadro, MI cuadro, "El Coloso". Sí, comprendo que usted - ávido lector- se podrá preguntar "¿Cómo que "El Coloso" es de este tío? ¿Se le ha ido la pinza? Si El Coloso es de Goya... !Qué locos están estos blogueros!". Pues no, no me he vuelto loco, y puedo afirmar, rotundamente, que El Coloso es mío, que yo lo pinté.

Mi obra de arte / Wikipedia

Hace mucho, mucho tiempo, yo tenía una fantástica afición por la pintura y, sobre todo, por el dibujo y los trazos de Francisco de Goya. Este hobby, que se llegó a convertir en obsesión por momentos, hizo que un buen día comprara en el Leroy Merlin un lienzo forrado al estilo antiguo con unas medidas de 1 metro de largo por 1,20 de ancho. Lo mío me costó, pero al final, y tras una pequeña discusión con la cajera, pude tráermelo a casa. Una vez aquí me di cuenta de que solamente con un lienzo en blanco no podría hacer demasiado si no tenía los colores adecuados en mi paleta, por lo que volví al Leroy Merlin, esta vez con la cartera preparada para semejante tajada.

Con todos los materiales preparados, comencé a pintar algo que se semejara a lo que pintaba mi fuente de inspiración: Goya. Primero rellené el blanco de rojo para darle un toque más personal; después puse otra más roja, otra más azul y, finalmente, un grisáceo para el cielo. Tenía que ser un cuadro escabroso y que representara aquellos encarnados combates que tuvimos los españoles contra los franceses allá por 1812. Para reflejar esto con mi pincel (también recién comprado) realicé a un señor muy grande y muy alto, basándome en un poema patriótico que Juan Bautista Arriaza había escrito en 1810 bajo el nombre de "Profecía en el Pirineo".

Primero lo puse de un lado, luego de otro y, finalmente, en el tercer trazo que daba y ya con casi todo embadurnado de aceite y pasta decidí colocar a mi gigante detrás de unas montañas que le taparan hasta la rodilla. Me había salido poco agraciado, por lo que le coloqué de espaldas, con el rostro del perfil semioculto por el pelo y la barba (ahí plasmé mi sello personal) y cerrando el único ojo que era visible según la perspectiva que había adoptado. Tras esto todo fue coser y pintar. Dibujé a una población que huía despavorida de la ingente magnitud de mi criatura; algunos yacían ya sobre el lecho que había dibujado expresamente para ellos.

Con la vista nublada víctima de los tufos que desprendía la pintura barata del Leroy Merlin tracé las líneas de múltiples animalillos que también huían. Toros, burros, caballos e incluso perros aparecieron de repente en mi mente, y de ahí al lienzo transcurrieron unos largos minutos: estaba mermado por el hedor convertido en Eau de pinture à l´huille.
Mi cabeza comenzó a dar vueltas y yo con ella, pero aún tuve tiempo para dar los últimos retoques a mi obra de arte. ¡Qué bien me estaba quedando!, ¡Pasaría a la historia con mi ópera prima! En este estado cuasi paranoico, di las últimas pinceladas al fondo, a las montañas, al gigante y a los animalillos huyendo. El volver a sacar el pincel de donde lo tenía guardado provocó un primer desfallecimiento por intoxicación. Mi mono lleno de colores y yo nos desplomamos sobre el suelo durante unos pocos minutos.

No sé de qué manera recuperaría el conocimiento, pero cuando lo hice me encontraba peor. Justo antes del segundo abatimiento corporal tuve un momento de lucidez y pensé: "¡Mierda, se me ha olvidado firmarlo!", así que hice un último esfuerzo y, de la mejor manera que pude dibujé mis iniciales en la esquina inferior derecha pero..."¿Cómo me llamaba? ¿Qué pongo?" Volví a pensar: "¿N.G, N.H, I.G, A.G? ¡Buah, A.J, y punto!" Así que pinté una A y una J con trazos estilísticos como buen pintor que me consideraba y desfallecí totalmente.

Lo que pasó después es un misterio que ha envuelto mi existencia. Cuando me desperté de aquella intoxicación pintoresca el cuadro había desaparecido, y solo habían dejado el caballete sobre el cual había plasmado mi obra de arte. Por más que busqué, nunca lo encontré.

Y hasta ahora, que me enterado de que por fin se han dado cuenta de que el cuadro "El Coloso " que está expuesto en el Museo del Prado de Madrid no es de Goya. Por fin han encontrado la marca que dejé en aquel momento: mi A y mi J siguen justo donde las pinté. Sin embargo, ahora me veo en la tesitura de reclamarlo o no, puesto que estas dos letras no coinciden con ninguna de las de mi nombre y, además, tras el exhaustivo análisis que los expertos han hecho a mi obra lo han desprestigiado tanto que no creo que merezca la pena luchar por él.
En fin, amigos, que si algún día pintáis un cuadro que creéis que va a ser una obra de arte y va a pasar a la historia, poneos mascarilla para no caer desfallecidos y en el anonimato eterno como es mi caso. Un saludo: A.J, digo... N.G.H.

Por Nacho G. Hontoria