50 aniversario del Valle de los Caídos

Hoy, día 1 de abril, se cumplen 50 años desde la inauguración del Monumento que reflejó el deseo personal de Francisco Franco: el Valle de los Caídos. Tras 20 años de dura construcción, el 1 de abril de 1959 Franco se subió al estrado situado en la gran explanada con la sombra de la Gran Cruz para dar por inaugurado esta colosal obra donde descansarían sus restos y los de otras 34000 personas  posteriormente.

La Cruz del Valle, de 300m de altura

Nada más acabar la contienda bélica que había destruido España física y moralmente, numerosos homenajes se empiezan a organizar para rendir tributo a los caídos por "Dios y por España". En los pueblos se van erigiendo pequeños monolitos en honor a los soldados nacionales caídos en la contienda, pero esto parece quedársele pequeño a los dirigentes del régimen, cuya idea era la de la grandiosidad de otras épocas como la romana o la egipcia.

Muestra de esto es el siguiente párrafo escrito en el Decreto Fundacional del Valle de los Caídos:

“La dimensión de nuestra Cruzada (…), no puede quedar perpetuada por los sencillos monumentos con los que suelen conmemorarse en villas y ciudades los hechos salientes de nuestra historia y los episodios gloriosos de sus hijos. Es necesario que las piedras que se levanten tengan la grandeza de los monumentos antiguos que desafíen al tiempo y al olvido y constituyan lugar de meditación y de reposo en que las generaciones futuras rindan tributo de admiración a los que les legaron una España mejor"

Pronto se pusieron en marcha las obras que erigirían en el Valle de Cuelgamuros la mayor obra construída por el régimen franquista. Tras el enamoramiento de Franco por la zona, se consideró que el mejor lugar para emplazar el monumento era el Risco de la Nava, más protegido del viento y el frío de la Sierra que el Altar Mayor, otro risco cercano al primero. Si bien en un primer momento se puso como fecha límite para la construcción del Monumento la de un año, pronto se dieron cuenta de que la empresa era imposible, y cuando habían pasado tres años y las obras aún no habían cogido el ritmo adecuado, se decidió llevar hasta allí a obreros penados, que redimirían sus penas trabajando para el régimen.

Las obras se dividieron en tres zonas: la de la Cripta, el Monasterio, y la Carretera que uniría la general de Guadarrama con el Monumento. En estos tres apartados trabajaron conjuntamente tanto obreros libres y penados, que convivieron durante bastantes años de modo pacífico. La obra no estuvo exenta de accidentes y de muertes laborales, muy difíciles de contabilizar porque muchas de los accidentados morían en el hospital y, por tanto, pasaban a ser contabilizados como fallecidos del Hospital, mientras que otros fueron enfermados por la silicosis que desprendía la dura piedra de la Sierra del Guadarrama.

Hasta el año 1950, los obreros penados estuvieron presentes en las obras, aunque muchos de ellos intentaron huir por las montañas de Abantos, puesto que la vigilancia que había en la obra era mínima: apenas un par de parejas de la Guardia Civil para un destacamento de unos 400 obreros. La fuga más famosa fue la que protagonizaron Claudio Sánchez-Albornoz y Manuel Lamano, cuya huída fue incluso el leit-motiv de la película "Los años bárbaros", de Fernando Colomo.

Desde el 50 al 59 los obreros penados ya no trabajan en el Valle, puesto que la mayoría han redimido sus penas y, o bien se han marchado, o bien se han quedado trabajando para las empresas contratadas para la obra. A partir del 50 es la empresa Huarte la que coge el relevo de las tres anteriores y va a ser la que se encargue de dar los últimos detalles al Valle de los Caídos, como el remate de la explanada, la finalización de la Cruz y el Monasterio. Cabe destacar que a Franco, cuando  visita la Cripta en el año 50, le resulta pequeña, diciendo que aquello no se corresponde con la magnitud que había que darle al proyecto, y ordena redoblar las magnitudes de la Cripta, por lo que en estos nueve años que restan de obras el trabajo va a seguir siendo duro.

Finalmente, el 1 de abril de 1959, 20 años después de que se acabara la Guerra Civil española, Franco inauguró el Valle de los Caídos. En su discurso inaugural no habló de ningún tipo de reconcilización y, aunque el discurso oficial a partir del año 53 era que el Valle de los Caídos era para todos los tipos de fallecidos en la Guerra, lo cierto es que Franco lo obvió en su discurso, perdiendo así la oportunidad de hacer hecho del Valle de los Caídos un monumento a la paz y a la concordia en vez de a la Victoria de la Guerra por parte del bando nacional.

Actualmente, con la Ley de la Memoria Histórica en vigor, los actos políticos que se han venido desarrollando durante todos estos años han sido prohibidos, e incluso el Padre Abad del Valle se ha dado cuenta de que lo que le interesa no es un lugar politizado, sino un sitio de paz y tranquilidad. Por ello, en las dos últimas misas realizadas el 20 de noviembre, el Padre Abad no pronunció en ningún momento los nombres de Franco ni de José Antonio. Sin embargo, parece difícil hacer un monumento a la paz y a la concordia mientras estén allí enterrados Franco y José Antonio y mientras haya miles de tumbas con restos sin identificar.

El Valle de los Caídos merece algo más. Merece ser integrado en la sociedad española de una forma moderna, acorde con el S.XXI,  e ir dándole un impulso para que españoles y extranjeros conozcan este Monumento de la mejor manera y, poco a poco, se vaya introduciendo en la idiosincrasia colectiva.

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