Brasil o ganar haciendo nada

Hubo una vez que un sabio del fútbol dijo aquello de "El fútbol es así", y no se equivocó ni un ápice. El fútbol puede ser más justo o menos, y hoy no lo ha sido para Sudáfrica. La anfitriona jugó de tu a tu a toda una pentacampeona del Mundo. Suyas fueron las mejores oportunidades del partido, pero, en el 88, un libre directo convertido por Dani Alves, recién salido al campo, dinamitó todos los sueños sudafricanos.

El gol de la victoria

Si hay algo que hemos podido observar en estos partidos de la Copa Confederaciones ha sido el pasar del aburrimiento máximo con partido como un España-Irak o un Brasil-EEUU a las emociones fuertes como la del partido de ayer de España o el de hoy de Brasil.

Y es que el equipo de Dunga se ha visto con más dificultades de las esperadas para deshacerse de la anfitriona, Sudáfrica. De hecho, en la primera parte, los de Joel Santana pusieron en más de un apuro la puerta de Julio César, que hoy sí que tuvo que emplearse a fondo para evitar la derrota de la pentacampeona del Mundo. 

Los de casa no aflojaron en ningún momento de la primera parte, con continuas acometidas al área brasileira. Pienaar  se puso el mono de trabajo y tiró de oficio (quizás también de rastas) para llevar la voz cantante del ataque de su equipo. Suyas fueron las mejores ocasiones de Sudáfrica en la primera parte, pero parece que marcar gol se paga caro en estas semifinales de la Copa Confederaciones. Si el miércoles era España la que no marcaba ni al arcoiris, hoy le tocó a Sudáfrica padecer el mal de la abstinencia "goleística".

Otro de los destacados entre los "green" fue Tshabalala, que, a pesar de tener nombre de canción veraniega de King "Africa", lanzó un par de misiles a Julio César que el cancerbero de la canarinha tuvo que despejar con gran esfuerzo. Como la falta que chutó al filo de la media hora de partido y que hizo meter la manopla al portero y provocar el córner.

Por parte de Brasil, jugó el de siempre, el "niño" de Florentino, el predestinado a ser el nuevo Zidane: Kaká. Por sus piernas, valoradas en 30 millones de euros cada una, pasaron algunas de las pocas jugadas que Brasil pudo hilar para crear peligro a Khune. Además, el portero sudafricano fue consciente en todo momento del peligro que suponía dejar un rechace dentro del área, y, con una gran y sorprendente seguridad, iba atrapando todos los balonces, como si llevara unos tentáculos de pulpo en las manoplas.

Al descanso se llegó con una falta lanzada por André Santos con la zurda, pero fue uno de los últimos destellos de Brasil en el partido, porque el equipo de Sudamérica desapareció del terreno de juego en la segunda mitad. No se sabe a ciencia cierta si los canarinhos creyeron que el descanso duraba más tiempo o si aún estaban sufriendo el jet-lag o las consecuencias de alguna fiesta de Robinho, pero lo cierto es que no espabilaron hasta que vieron las orejas al lobo.

Y ese lobo vino en forma de un dominio clarísimo por parte de los anfitriones, arropados, hoy sí, por un estadio Ellis Park repleto y apoyando a su selección nacional, con los ya característicos "Booooth, boooth, boooth" y las trompetas que están poniendo de moda los sudafricanos en este torneo. La ocasión más clara, sin lugar a dudas, estuvo en los pies de Modise. Probó puntería desde fuera del área, el esférico rebotó en la espalda de Luizao, que cambio el rumbo de la pelota y provocó que Julio César tuviera que rectificar su estirada sacando una mano providencial para echar el balón a córner.

A partir de aquí, el partido siguió  la misma tónica del quiero y no puedo de Sudáfrica (al estilo español) y un Brasil aletargado y sin ganas aparentes de ganar. Pareciese que los brasileños estuvieran esperando un destello de calidad, una individualidad que les hiciera abrir la lata y dejar knock-out a Sudáfrica.

Y esa ocasión llegó cuando nadie la esperaba. Apareció Dani Alves del banquillo, después de haber estado escondido en la guarida en los dos partidos anteriores. Dunga confió en él para intentar solucionar este desaguisado futbolístico en el que estaba convertido hoy el juego de Brasil. Minuto 88, falta en el borde del área para Brasil. En la barrera, medio equipo de Sudáfrica defendiendo su gesta, su sueño. Alves se la prepara, coge carrerilla y el lanzamiento se cuela indefectiblemente por el palo del portero. Quedaban dos minutos, pero el partido se había acabado para Sudáfrica.

Brasil, sin hacer nada, esperando su momento, logró clasificarse para la final de la Copa Confederaciones, que jugarán el próximo domingo con EEUU. Sudáfrica, por su parte, tendrá que luchar por el tercer puesto frente a los nuestros. Si juegan como hoy, será un gran partido de tú a tú entre dos grandes selecciones que ya se enfrentaron en la primera fase y que han corrido la misma suerte en semifinales.

  Nacho G. Hontoria