Tres momentos de un viernes en El Cairo

EL CAIRO.-  Descubrir El Cairo un viernes por la mañana es cuanto menos insólito. El 'smog' no inunda todavía la ciudad. Apenas hay tráfico y los miles de coches aún no presumen de sus bocinas, que aquí, más que protestar, alertan de la propia presencia. Se podría decir que se respira un aire diferente. Una tranquilidad que de otra manera es impensable. El viernes, día de oración, empieza el fin de semana.

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El Nilo y sus hermosas formas y curvas ofrecen una vía de escape al caos de la ciudad.

Al atardecer, las felucas -barcas que cruzan el Nilo- transportan a locales y extranjeros al son de la música a dar una vuelta en el río. Mientras las embarcaciones dominan el agua, en las riberas -decoradas con latas, plásticos y otros tipos de basura- reinan las terrazas, los cafés y clubs nocturnos. Ya de noche, además, la Corniche -paseo marítimo- se llena de enamorados que dan una vuelta o comparten un banco para conversar.

La ciudad, 'la madre del mundo' como la llaman aquí -Umm el-Dunya-, alcanza la mayor vitalidad y esplendor una vez se ha puesto el sol. Los comercios, los cafés y las zumerías se iluminan. Empieza la mejor parte de la jornada. La gente pasea, compra, habla, bebe té y fuma shisha. ¿Dónde? Por ejemplo, en el Café Fishawi. En medio del bullicio del zoco Khan el-Khalili, era uno de los lugares favoritos del ya fallecido Nobel egipcio Naguib Mahfouz.