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John McCain acepta su puesto como candidato republicano a la presidencia

EFE
Actualizado 05-09-2008 20:22 CET

Ensombrecida inicialmente por el huracán Gustav, la convención republicana llegó anoche a su fin. Del 1 al 4 de septiembre, los partidarios republicanos se han reunido en Saint Paul, en Minneapolis, hasta que anoche clausuraron su convención con el discurso triunfal de John McCain, que aceptó así su cargo como candidato presidencial. También podéis escuchar el discurso íntegro junto con su transcripción en español.

(EFE)

John McCain y Sarah Palin durante el cierre de la Convención Nacional Republicana.

Muchas gracias a todos. Esta noche tengo el privilegio otorgado a muy pocos americanos –el privilegio de aceptar el nombramiento de nuestro partido como candidato a la Presidencia de Estados Unidos. Y lo acepto con agradecimiento, humildad y confianza.

En mi vida ningún éxito ha llegado sin una buena lucha y este nombramiento no ha sido distinto. Es un homenaje a los otros candidatos que se enfrentaron a mí y a sus seguidores. Son dirigentes con gran capacidad, que aman a nuestro país y querían guiarlo hacia tiempos mejores. Su apoyo es un honor que no olvidaré.

Estoy agradecido al Presidente por habernos conducido en esos días oscuros tras el peor ataque en suelo estadounidense de nuestra historia y por habernos mantenido seguros ante otro ataque que muchos creyeron inevitable; y a la Primera Dama, Laura Bush, un modelo de gentileza y amabilidad en público y en privado. Y estoy agradecido al cuadragésimoprimer presidente y su esposa de 63 años por su extraordinario ejemplo de honorable servicio a nuestro país.

Como siempre, estoy en deuda con mi esposa, Cindy, y mis siete hijos. Los placeres de la vida familiar pueden parecer unas breves vacaciones en la apretada agenda de los asuntos nacionales. Pero los he valorado aún más, y no puedo imaginarme una vida sin la felicidad que me aportáis. Cindy ha dicho muchas cosas bonitas de mí esta noche, pero la verdad es que ella es más mi inspiración que yo la suya. Su preocupación por aquellos que no han sido tan afortunados como nosotros -las víctimas de las minas antipersona, los niños nacidos en la pobreza y con defectos congenitos – me demuestra las dimensiones de su humanidad. Sé que será una gran Primera Dama.

Cuando yo era pequeño, mi padre frecuentemente estaba en el mar y la tarea de criar a mi hermano, mi hermana y a mí le tocó a mi madre sola. Roberta McCain nos inculcó su amor por la vida, su profundo interés por el mundo, su fortaleza y su creencia de que todos debemos aprovechar nuestras posibilidades para ser útiles a nuestra patria. Yo no estaría aquí esta noche si no fuera por la fortaleza de su carácter.

Mi agradecimiento de todo corazón a todos vosotros, a quienes me ayudaron a conseguir esta candidatura y a quienes se mantuvieron a mi lado cuando las posibilidades eran escasas. No os defraudaré. A los estadounidenses que aún no han decidido a quién votar, gracias por vuestra consideración y la posibilidad de ganar vuestra confianza. Me propongo ganarla.

Por último, un comentario para el senador Obama y sus partidarios. Nos las vamos a ver durante los dos próximos meses. Esa es la naturaleza de estas competiciones y hay grandes diferencias entre nosotros. Pero usted tiene mi respeto y admiración. Pese a nuestras diferencias, nos une mucho más que los que nos separa. Somos compatriotas, un vínculo que para mi significa más que cualquier otro. Estamos entregados a la proposición de que todas las personas son creadas iguales y dotadas por nuestro Creador con derechos inalienables. Ningún país ha contado con una causa más grande que esa. Y yo no sería un estadounidense digno del nombre si no rindiera homenaje al senador Obama y sus partidarios por su proeza.

Pero que no quede ninguna duda, amigos míos, vamos a vencer en estas elecciones. Y después de ganarlas, vamos a tender la mano a cualquier patriota que esté dispuesto a hacer que este Gobierno vuelva a trabajar para vosotros y a reconducir este país por el camino de la prosperidad y la paz.

Estos son tiempos duros para muchos de vosotros. Estáis preocupados por mantener vuestros empleos o encontrar uno nuevo y tenéis que esforzaros para alimentar a la familia y conservar vuestras casas. Lo único que siempre habéis pedido al Gobierno es que se ponga a vuestro lado y no en vuestro camino. Y eso es lo que pretendo hacer: ponerme a vuestro lado y luchar por vuestro futuro.

Y he encontrado a la compañera idónea para ayudarme a retar a Washington, la gobernadora Sarah Palin de Alaska. Tiene experiencia ejecutiva y un verdadero historial de logros. Ha hecho frente a difíciles problemas como la independencia energética y la corrupción. Ha equilibrado presupuestos, recortado los impuestos y se ha enfrentado a los intereses particulares. Ha tendido la mano a los otros partidos y pedido a republicanos, demócratas e independientes que trabajen en su Gobierno. Es madre de cinco hijos. Ha ayudado a llevar un negocio pequeño y sabe lo que es estar preocupado por el pago de la hipoteca, la atención sanitaria y el precio de la gasolina y los alimentos.

Sabe de dónde viene y sabe para quién trabaja. Da la cara por lo que sabe es justo y no permite que nadie le diga que se calle. Estoy orgulloso de haber presentado al país a nuestra próxima vicepresidenta. Pero estoy deseando presentarla a Washington. Y permitidme dar un aviso al viejo colectivo de Washington, aquellos que gastan mucho, no hacen nada, que anteponen sus propios intereses a los del país: llega el cambio.

No tengo la costumbre de incumplir mis promesas a la patria ni tampoco la tiene la gobernadora Palin. Y cuando os decimos que vamos a cambiar Washington y desterrar la costumbre de dejar los problemas de nuestro país para que otra generación más desafortunada los arregle, podéis darlo por hecho. Tenemos un historial de haber hecho precisamente eso, y la fortaleza, experiencia, criterio y entereza para cumplir con la palabra dada.

Sabéis, me han llamado disidente, alguien que sigue su propio camino. A veces se pretende alabarme y a veces no. Lo que realmente significa es que entiendo para quiénes trabajo. No trabajo para un partido. No trabajo para intereses particulares. No trabajo para mí mismo. Trabajo para vosotros.

He luchado contra la corrupción, sin importarme si los culpables eran demócratas o republicanos. Violaron la confianza de la sociedad y había que exigirles sus responsabilidades. He luchado contra los despilfarradores de ambos partidos, que malgastan vuestro dinero para cosas que no necesitáis ni queréis, mientras lucháis para poder comprar alimentos, llenar el depósito de gasolina y pagar la hipoteca. He luchado por desalojar de nuestra vida política los cheques millonarios. He luchado contra los lobbys que robaron a las tribus indígenas. He luchado contra los contratos deshonestos en el Pentágono. He luchado contra las grandes tabacaleras, los abogados de pleitos, las farmacéuticas y los jefazos sindicales.

Luché por la estrategia adecuada y por más tropas en Irak cuando era hacer algo impopular. Y cuando los comentaristas dijeron que mi campaña estaba acabada dije que prefería perder unas elecciones a que mi país perdiese una guerra.

Gracias al liderazgo de un brillante general, David Petraeus, y a los valientes hombres y mujeres a quienes tiene el honor de comandar, esa estrategia tuvo éxito y nos rescató de una derrota que habría desmoralizado a nuestras Fuerzas Armadas, conllevado el riesgo de una guerra mayor y amenazado la seguridad de todos los estadounidenses.

No me importa mantener una buena pelea. Por razones que sólo sabrá Dios, he tenido algunas difíciles en mi vida. Pero he aprendido una importante lección durante el camino. A fin de cuentas, importa menos que puedas luchar. La verdadera prueba es para qué luchas.

Lucho por los estadounidenses. Lucho por vosotros. Lucho por Bill y Sue Nebe de Farmington Hills, Michigan, que perdieron sus inversiones inmobiliarias en el maltrecho mercado de la vivienda. Bill aceptó un empleo temporal después de pasar siete meses sin trabajo. Sue hace tres trabajos para ayudar a pagar los gastos.

Lucho por Jake y Toni Wimmer del condado Franklin, Pensilvania. Jake trabajo como estibador, entrena a un equipo de béisbol infantil, y recauda fondos para los minusválidos mentales y físicos. Toni es maestra y sigue estudiando para lograr el título de Master. Tienen dos hijos, y al pequeño, Luke, le han diagnosticado autismo. Sus vidas deben importarles a las personas a las que ellos eligen para cargos públicos. A mi me importan.

Lucho por la familia de Matthew Stanley de Wolfboro, Nuevo Hampshire, que murió sirviendo a la patria en Irak. Llevo su pulsera y pienso en él todos los días. Pretendo hacer un homenaje a su sacrificio asegurando que el país al que tanto y tan bien amó su hijo y al que nunca regresó, siga seguro frente a sus enemigos.

Lucho por restablecer el orgullo y los principios de nuestro partido. Fuimos elegidos para cambiar Washington y permitimos que Washington nos cambiase a nosotros. Perdimos la confianza del pueblo estadounidense cuando algunos republicanos cayeron en la tentación de la corrupción. Perdimos su confianza cuando, en vez de reformar al Gobierno, ambos partidos lo hicieron más grande. Perdimos su confianza cuando, en vez de librarnos de una dependencia peligrosa del petróleo extranjero, ambos partidos y el senador Obama aprobaron un nuevo proyecto de Ley en beneficio de las empresas petroleras. Perdimos su confianza cuando valoramos más nuestro poder que nuestros principios.

Vamos a cambiar eso. Vamos a recuperar la confianza del pueblo al volver a dar la cara para los valores que admiran los estadounidenses. El partido de Lincoln, Roosevelt y Reagan va a regresar a lo esencial.

Creemos que cada uno tiene algo que aportar y se merece la oportunidad de alcanzar las posibilidades que Dios le ha dado, desde el niño cuyos antepasados llegaron en el Mayflower hasta la hija latina de temporeros. Somos todos hijos de Dios y somos todos estadounidenses.

Creemos en impuestos bajos, disciplina en el desembolso y mercados libres. Creemos en la recompensa por el esfuerzo en un duro trabajo y para los que asumen riesgos, y en dejar que la gente se quede con los frutos de su trabajo.

Creemos en una defensa fuerte, el trabajo, la fe, el servicio, la cultura de la vida, la responsabilidad personal, el estado de derecho, y jueces que impartan la justicia de forma ecuánime y no hagan legislación desde los tribunales. Creemos en los valores de las familias, los barrios y las comunidades.

Creemos en un Gobierno que desate la creatividad y la iniciativa de los estadounidenses. Un Gobierno que no decide por, sino que se esfuerce en asegurar que tengas más opciones para que tú tomes las decisiones.

Voy a mantener los impuestos bajos y recortarlos donde pueda. Mi contrincante los aumentará. Yo abriré nuevos mercados a nuestras mercancías y servicios. Mi contrincante los cerrará. Yo reduciré el gasto del Gobierno. Él lo aumentará.

Mis recortes impositivos crearán empleos. Sus aumentos impositivos los eliminarán. Mi programa de asistencia sanitaria hará más fácil para los estadounidenses encontrar y conservar un bueno seguro de salud. Su programa obligará a las pequeñas empresas a recortar los puestos de trabajo, reducir los sueldos y forzar a las familias a entrar en un sistema de asistencia sanitaria estatal donde un burócrata se interpone entre tú y tu médico.

Mantener bajos los impuestos ayuda a las pequeñas empresas a crecer y crear nuevos empleos. El recortar la tarifa de impuestos a empresas que es la segunda más alta del mundo ayudará a las compañías norteamericanas a ser competitivas y evitar que los empleos sean desviados al extranjero. El duplicar la exención impositiva para cada hijo menor de edad de 3.500 dólares a 7.000 dólares mejorará la vida de millones de familias americanas. El reducir los gastos del Gobierno y eliminar fracasados programas gubernamentales permitirá que te quedes con más de tu propio dinero para ahorrar, gastar e invertir como te parezca. La apertura de nuevos mercados y la preparación de los trabajadores para competir en la economía mundial es vital para nuestra prosperidad futura.

Sé que algunos de vosotros habéis quedado rezagados en la cambiante situación económica y muchas veces parece que vuestro Gobierno ni se da cuenta. Las ayudas gubernamentales para los trabajadores desempleados fueron diseñadas para la economía de los años cincuenta. Eso va a cambiar durante mi mandato. Mi contrincante promete recuperar los viejos trabajos sólo deseando que desaparezca la economía global. Nosotros vamos a ayudar a los trabajadores que hayan perdido un empleo que no volverá, para que encuentren uno nuevo que no se desvanecerá.

Les prepararemos para los trabajos de hoy. Utilizaremos nuestra red de universidades locales para formar a la gente frente a las nuevas posibilidades en sus comunidades. A los trabajadores de las industrias que se han visto duramente afectadas les ayudaremos a compensar una parte de la diferencia en el sueldo de su antiguo puesto y el de otro temporal con sueldo más bajo mientras reciben formación que les permitirá encontrar un nuevo empleo seguro con un salario decente.

La educación es la cuestión de los derechos civiles de este siglo. El acceso igualitario a la enseñanza pública se ha logrado. Pero, qué valor tiene el acceso a una escuela fracasada? Tenemos que espabilar a las burocracias de las escuelas fracasadas mediante la competencia, dar poderes de elección a los padres, remover las barreras a los profesores cualificados, atraer y premiar a los buenos profesores y ayudar a los malos profesores a encontrar otro tipo de trabajo.

Cuando un colegio público no cumple con sus obligaciones para con los alumnos, los padres merecen tener decisión en la enseñanza de sus hijos. Y yo se la pretendo dar. Algunos podrían elegir un colegio público mejor. Otros podrían optar por uno privado. Muchos elegirán un colegio concertado. Pero tendrán sus opciones y sus hijos tendrán esa oportunidad.

El senador Obama quiere que nuestras escuelas atiendan a los sindicatos y sus apalancadas burocracias. Yo quiero que las escuelas atiendan a los padres y a los estudiantes. Y cuando yo sea el presidente, lo harán.

Conciudadanos norteamericanos, cuando yo sea el presidente, vamos a emprender el más ambicioso proyecto nacional en décadas. Vamos a dejar de gastar 700.000 millones de dólares al año en países a los que no les gustamos mucho. Atacaremos el problema en todos los frentes. Produciremos más energía en casa. Perforaremos nuevos pozos en el mar, y los perforaremos ahora. Construiremos más plantas nucleares. Desarrollaremos tecnologías limpias para el carbón. Utilizaremos más la energía eólica, marina, solar y el gas natural. Animaremos al desarrollo y empleo de los vehículos híbridos por electricidad y gasóleo.

El senador Obama piensa que podremos alcanzar la independencia energética sin perforar más y sin mayor capacidad nuclear, pero los estadounidenses sabemos más que eso. Debemos usar todos los recursos y desarrollar todas las tecnologías necesarias para rescatar nuestra economía del daño causado por el aumento de los precios del petróleo y restablecer la salud de nuestro planeta. Es un plan ambicioso, pero los norteamericanos somos ambiciosos por naturaleza y hemos hecho frente a grandes retos. Es hora de mostrar de nuevo al mundo cómo los estadounidenses vamos por delante.

Esta gran causa nacional creará millones de nuevos puestos de trabajo, muchas industrias que serán el motor de nuestra futura prosperidad, empleos que estarán ahí cuando vuestros hijos se incorporen al mercado laboral.

Hoy, las posibilidades de un mundo mejor están a nuestro alcance. Pero debemos ver las amenazas a la paz y la libertad de nuestro tiempo y hacerles frente como hicieron otros estadounidenses antes que nosotros, con confianza y resolución.

Le hemos asestado un duro golpe a Al Qaeda en los últimos años, pero no están derrotados y volverán a atacarnos si pueden. Irán sigue siendo el principal Estado patrocinador del terrorismo y sigue en el camino de adquirir armas nucleares. Los líderes de Rusia, opulentos con la riqueza del petróleo y corruptos por el poder, han rechazado los ideales democráticos y las obligaciones de un poder responsable. Invadieron un pequeño y democrático vecino para hacerse con un mayor control de los aprovisionamientos mundiales de petróleo, intimidando a otros vecinos y promoviendo sus ambiciones de reconstruir el imperio ruso. Los valientes georgianos necesitan nuestra solidaridad y nuestras oraciones. Como presidente trabajaré para establecer buenas relaciones con Rusia así no tendremos que temer un regreso a la Guerra Fría. Pero no podemos cerrar los ojos a una agresión y el desorden internacional que amenaza la paz y la estabilidad del mundo y la seguridad del pueblo norteamericano.

Nos enfrentamos a muchas amenazas en este peligroso mundo, pero no me dan miedo. Estoy preparado para ellas. Sé cómo funcionan las fuerzas armadas, qué pueden hacer, qué pueden hacer mejor, y qué no deben hacer. Sé cómo funciona el mundo. Conozco el bien y el mal que contiene. Sé cómo colaborar con los líderes que comparten nuestros sueños de un mundo más libre, más seguro y más próspero, y cómo enfrentarme a aquellos que no lo hacen. Sé como asegurar la paz.

Cuando tenía cinco años, un automóvil aparcó frente a nuestra casa. Un oficial de la Marina bajó la ventanilla y le gritó a mi padre que los japoneses habían bombardeado Pearl Harbor. Apenas volví a ver a mi padre en los siguientes cuatro años. Mi abuelo volvió a casa de esa misma guerra extenuado por todas las penurias que había tenido que soportar y murió al día siguiente. En Vietnam, donde forjé las amistades más estrechas de mi vida, algunos de esos amigos nunca volvieron a casa conmigo. Odio la guerra. Es terrible hasta superar la imaginación.

Me presento a la Presidencia para mantener seguro al país que amo, y para evitar que otras familias corran el riesgo de perder a sus seres queridos en una guerra, como ha pasado en mi familia. Recurriré a toda mi experiencia con el mundo y sus líderes, y a todas las herramientas a mi disposición –diplomáticas, económicas, militares y el poder de nuestros ideales- para poner los cimientos para una paz estable y duradera.

En Estados Unidos, cambiamos las cosas que hace falta cambiar. Cada generación hace su aportación a nuestra grandeza. La labor que nos corresponde está claramente delante de nosotros. No la tenemos que buscar.

Tenemos que cambiar la forma en que el Gobierno hace casi todo: desde la manera en que protegemos nuestra seguridad hasta la forma en que competimos en la economía mundial; desde la forma en que salimos al paso de los desastres hasta la forma en que se suministra combustible a nuestra red de transportes; desde la forma en que formamos a nuestros trabajadores hasta la forma en que educamos a nuestros hijos. Todas estas competencias del Gobierno fueron diseñadas antes del surgimiento de la economía global, la revolución de la tecnología de información y el final de la Guerra Fría. Tenemos que ponernos al día con la Historia, y tenemos que cambiar la manera en que llevamos los asuntos en Washington.

El constante rencor partidista que nos impide solucionar estos problemas no es una causa, es un síntoma. Es lo que pasa cuando la gente va a Washington para trabajar para sí mismos y no por vosotros.

Una y otra vez he colaborado con ambos partidos para arreglar los problemas que necesitaban ser resueltos. Así es como gobernaré como presidente. Tenderé la mano a quien sea para ayudarme a poner este país en marcha de nuevo. Yo tengo ese historial, con las cicatrices que lo certifican. El senador Obama no.

En vez de rechazar las buenas ideas porque no se nos ocurrieron primero a nosotros, empleemos las mejores ideas de ambas partes. En vez de discutir sobre a quién se atribuye el mérito, probemos a compartirlo. Este maravilloso país puede lograr cualquier cosa que nos propongamos. Invitaré a demócratas e independientes a prestar servicio conmigo. Y mi administración marcará una nueva pauta para la transparencia y el rendimiento de cuentas.

Por fin vamos a comenzar a lograr cosas para la gente que depende de nosotros y no me importará a quién se le adjudique el mérito.

He sido un servidor imperfecto de mi país durante muchos años. Pero he sido su servidor primero, último y siempre. Y nunca he vivido un día, en los buenos tiempos ni en los malos, en que no di gracias a Dios por el privilegio.

Hace mucho tiempo, algo insólito me pasó que me dio la lección de mayor valor de mi vida. Fui bendecido por la desgracia. Lo digo sinceramente. Fui bendecido porque prestaba servicio en compañía de héroes y fui testigo de miles de actos de valentía, compasión y amor.

En una mañana de octubre en el Golfo de Tokín, me preparaba para mi vigésimotercera salida sobre Vietnam del Norte. No tenía ninguna preocupación de que no volvería sano y salvo. Pensaba que yo era más duro que nadie. Era muy independiente entonces, también. Me gustaba esquivar un poco las normas, y buscar peleas sólo para diversión. Pero lo hacía por mi propio placer, mi propio orgullo. No pensaba que había una causa superior a mí.

Entonces me encontraba cayendo hacia el centro de un laguito en la ciudad de Hanoi, con dos brazos rotos, una pierna rota y una turba enojada esperando para recibirme. Fui depositado en una celda oscura y dejado para morir allí. Ya no me sentía tan duro.

Cuando descubrieron que mi padre era almirante me llevaron al hospital. No podían colocar bien mis huesos, así que me pusieron escayolas sin más. Cuando no mejoré, y mi peso se había reducido a 45 kilos me metieron en una celda con otros dos estadounidenses. No podía hacer nada. Ni siquiera me podía alimentar. Lo hicieron por mí. Estaba empezando a aprender los límites de mi egoísta independencia. Aquellos hombres me salvaron la vida.

Estaba en reclusión solitaria cuando mis captores ofrecieron ponerme en libertad. Yo sabía por qué. Si me iba a casa, ellos lo utilizarían como propaganda para desmoralizar a los otros prisioneros. Nuestro código estipulaba que podríamos volver a casa sólo por orden de apresamiento, y había hombres que habían sido derribados antes que yo. Lo pensé, sin embargo. No estaba en buenas condiciones y añoraba todo de Estados Unidos. Pero lo rechacé.

Muchos de los prisioneros estaban peor que yo. Yo había sido maltratado antes, pero no tan mal como otros. Siempre me gustaba fanfarronear un poco después haber sido maltratado para mostrar a los demás que era lo suficientemente duro como para aguantarlo. Pero después de rechazar su oferta, me maltrataron más duramente que nunca. Durante mucho tiempo. Y me rompieron.

Cuando me devolvieron a mi celda estaba dolido y avergonzado y no sabía cómo podía mirarles a mis compañeros. El buen hombre en la celda de al lado, mi amigo, Bob Craner, me salvó. Con toques a la pared me dijo que había luchado tanto como podía. Ningún hombre puede aguantar sólo siempre. Y entonces me dijo que me repusiera para luchar de nuevo por nuestra patria y los hombres con quienes tenía el honor de prestar servicio. Porque todos los días ellos luchaban por mí.

Me enamoré de mi país cuando estaba prisionero en el de otros. Lo amaba no sólo por las muchas comodidades de la vida aquí. Lo amaba por su decencia; por su fe en la sabiduría, justicia y bondad de sus gentes. Lo amaba porque no era sólo un lugar sino una idea, una causa digna para la que luchar. No he vuelto a ser el mismo. Ya no era mi propio hombre. Era el de mi país.

No me presento a la Presidencia porque crea que he sido bendecido con tanta grandeza personal que la Historia me ha ungido para salvar a la patria en su hora de necesidad. Mi patria me salvó a mí. Mi patria me salvó y no lo puedo olvidar. Y lucharé por ella mientras siga vivo, lo juro por Dios.

Si encuentras defectos en tu país, mejóralo. Si estás decepcionado por los errores del Gobierno, ingresa en sus filas y esfuérzate por corregirlos. Enrólate en nuestras Fuerzas Armadas. Conviértete en profesor. Entra en el clero. Preséntate a un cargo electo. Da de comer a un niño hambriento. Enseña a leer a un adulto analfabeto. Da consuelo a los afligidos. Defiende los derechos de los oprimidos. Nuestra patria será mejor y tú estarás más contento. Porque nada aporta mayor felicidad en la vida que servir a una causa mayor que uno mismo.

Yo voy a luchar por mi causa todos los días como vuestro presidente. Voy a luchar por asegurar que cada estadounidense tenga razón para dar gracias a Dios, como yo le doy gracias: porque sea estadounidense, un ciudadano orgulloso del mejor país de la Tierra, y con trabajo duro, fe fuerte y un poco de valentía, siempre están a nuestro alcance cosas grandes. Luchad a mi lado. Luchad a mi lado.

Luchad por lo bueno para nuestro país.

Luchad por los ideales y el carácter de un pueblo libre.

Luchad por el futuro de nuestros hijos.

Luchad por la justicia y las oportunidades para todos.

En pie para defender a la patria de sus enemigos.

En pie, los unos por los otros, por la hermosa, bendita, abundante Estados Unidos.

En pie, en pie, en pie y luchad. No hay nada inevitable. Somos estadounidenses y nunca nos rendimos. Nunca renunciamos. Nunca nos escondemos de la Historia. Nosotros hacemos Historia.

Gracias, y que Dios os bendiga.

Traducción de la Agencia Efe del texto del discurso de la página web oficial del candidato republicano John McCain

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