Fotografía en lata

Si a uno le diera por teclear www.solarigrafia.com se encontraría con un girasol acogotado por una mano recia al que alguien ha pegado una lata de Red Bull remendada con cinta americana. ¡No cierre la ventana aún! ¿No se muere por saber qué tipo de ser humano se dedica a encaramar latas en las cabezas de los girasoles? Pues, siga leyendo.

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Diego López Calvín

Obras del metro. Thessaloniki.Grecia 2008. negativo de papel. Seis meses de exposición.

El chalado tiene nombre y anda suelto: Diego López Calvín. Tranquilos, no es peligroso, es fotógrafo y de los buenos. Así que en él se cumple la máxima de cuanto más fotógrafo, menos cámara. Hoy que todo el mundo anda hipotecado para comprarse el último fetiche digital a él le sobra con una lata de aluminio finamente perforada, una hojita de papel fotográfico y dos palmos de cinta americana. O sea: una cámara estenopeica casera que tiene la peculiaridad de contar con un fondo cilíndrico en vez de plano lo que le permite hacer tomas panorámicas sin grandes aberraciones en los extremos.

Una vez cargada la lata elige un sitio donde fijarla y deja que el sol comience a hacer su trabajo. El tiempo de exposición es largo, a veces horas, otras veces meses. Día a día el papel fotográfico va siendo impresionado por la escasa luz que un pequeñísimo agujerito practicado en el centro de la lata deja pasar. Con los días, debido al movimiento de traslación y rotación de la Tierra, van apareciendo unas líneas en el cielo que no son más que la trayectoria parabólica por la que el sol se desplaza por él. Cada día, una nueva a continuación de la anterior, interrumpidas a veces por los períodos en que el sol se nubla y no deja rastro alguno. El agua y las diferencias de temperatura también van dejando su huella y así, con el paso de las semanas, se va dibujando sobre el horizonte la fantasmal silueta de un paisaje a medio camino entre un Turner y una radiografía torácica.

Eso sí, todo queda registrado en negativo sobre el papel fotosensible. Después la imagen deberá ser escaneada y positivada en un santiamén con la satánica ayuda del bendito Photoshop.

Hasta aquí la cosa técnica: fácil de hacer e ingenioso de imaginar. Ahora viene la lírica: mucha. Las imágenes son fascinantes, hermosísimas. ¿Cómo sería el cielo si 30 soles en formación lo atravesaran a la velocidad del cometa Halley? Parecen la perfecta definición de lo que el trabajo de fotógrafo debiera ser: un punto de vista sostenido en el tiempo, una luz que subraye y unas formas que sugieran, que cuenten, que den testimonio. Todo aderezado con grandes dosis de intuición y un poco de suerte: Fotografía pura.

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Diego López Calvín

Plaza de las cuatro torres. Madrid 2007.negativo de papel. Un mes de exposición

Y después de lo lírico, lo prosaico: la logística. Mucha, también. ¿Cómo se colocan hasta siete, repito: siete, cámaras en el Muro de las Lamentaciones y se vive para contarlo? ¿Cómo le quedan a uno ganas de seguir después de ser tratado de insurgente por los escoltas de la Agencia Reuters en Bagdad, repito: Bagdad, tras verle colocar uno de sus artefactos en una azotea que, ¡Qué casualidad!, era justo la de enfrente de las oficinas de la agencia en Irak? ¿En qué escuela de fotografía se aprende qué hacer si un descomunal chorro de agua te lanza por los aires cuando te metes donde nadie espera que te metas sólo por la obsesión de encontrar el lugar perfecto desde el que hacer tu trabajo? Éste es uno de los grandes misterios de la creación: Sólo dentro de nosotros mismos encontramos la tozudez, las mañas y la energía necesarias para llevar adelante aquello que un día soñamos.

Ahora sí. Pinchen y vean: Cronología de las obsesiones de Diego López Calvín.

*Sofía Moro es nuestra colaboradora de fotografía