Casi conocí en una ocasión a Michi Panero

Cuando tenía diecisiete años escribí un relato que empezaba conmigo misma delante de una mesa desde la que me observaba una pistola cargada. Seguía conmigo encañonándome en la boca y apretando el gatillo. Intentaba describir el momento en el que la bala me rompía el paladar, me atravesaba el cerebro y se escapaba de mi cabeza por un agujero en la parte posterior del cráneo. Me desplomaba en el suelo y la sangre avanzaba saltándose las juntas que separaban las baldosas de mi habitación. Puede que algo estuviera fallando pero, desde entonces, he convivido con instintos autodestructivos que los psicólogos no siempre han sabido aplacar.

El relato del que hablo era un relato autobiográfico, aunque solo a medias. Evidentemente nunca me senté con una pistola en la mano y nunca apreté ningún gatillo. Soy demasiado cobarde para eso. Sin embargo, siempre he sentido una gran fascinación por pelear a la contra o, como diría Calamaro, por ser un poco salmón. No es una estrategia demasiado recomendable, casi siempre se pierde, pero a mí no me importa. Soy de las que piensa que el éxito es casi siempre obsceno y de las que ven el fracaso como algo poético. Si fuera una de los hermanos Panero, sería Leopoldo, o en su defecto Michi (por muy muerto que esté).

A los Panero les conocí en 'El desencanto' (1976). Es una peli maravillosa. Disfruto viendo a unos hijos sacándole los ojos a su padre y comiéndose las vísceras. Dentro de unos años, la niña de Rajoy hará lo mismo con Mariano. Por el contrario, la madre, Felicidad Blanc, es toda dignidad. No supo entender lo que estaba sucediendo con su familia pero eso es algo que le puede pasar a cualquiera. Si alguno de quienes está leyendo esto no ha visto 'El desencanto' debe saber que está desperdiciando su vida, pero todo tiene arreglo, el DVD es fácil de encontrar en las tiendas y en el e-mule (esta opción sale más barata y además sirve para evitar que Enrique Cerezo se haga más rico).

La que no se encuentra tan fácilmente es 'Después de tantos años' (1994). En ella vuelven a salir los tres hermanos Panero pero no Felicidad, fallecida en 1990. Michi y Leopoldo aparecen paseando por un cementerio como buscando una tumba en la que meterse dentro mientras que Juan Luis, el mayor de los tres, lleva una vida anodina en el Ampurdán. Michi sobrevive vendiendo la biblioteca familiar pero los estragos de la cirrosis le han resquebrajado el cuerpo mientras que Leopoldo lamenta que se le caiga la baba y que su rostro haya quedado completamente desfigurado por la medicación que recibe en el psiquiátrico.

Leopoldo siempre quiso ser un escritor maldito. Fracasar una vez, fracasar diez mil. Al final lo consiguió. Su triunfo fue su fracaso. Solo entonces se dio cuenta de cuanto duele el malditismo (el malditismo de verdad, no el de Ray Loriga, que se cree maldito por llevar el pelo sucio). En cuanto a mí... no me gusta el dolor, pero en la cuenta solo me quedan cuatrocientos euros.

*Beta es la autora del blog 'Mi madre es idiota'.

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