Nueva York.- Después de haberse acostumbrado a viajar a todo lujo y sin tener que mezclarse con la plebe, Ruth Madoff, la esposa del responsable de una de las mayores estafas de la historia, se ve ahora obligada a ir en metro, desplazarse sola y soportar el acoso de los "paparazzi" que la persiguen.
En la imagen, el financiero Bernard Madoff entra en el Tribunal Federal de Manhattan, en Nueva York (Estados Unidos), el pasado 12 de marzo. EFE/Archivo
"¿Te diviertes avergonzándome y arruinándome la vida?", preguntó claramente molesta Ruth Madoff al fotógrafo del New York Post que la encontró el miércoles sentada en un vagón del metro de Nueva York y del que se bajó a la altura del Rockefeller Plaza, en pleno centro de Manhattan.
Con las gafas de sol puestas, la mujer del financiero "más odiado del mundo", según el diario neoyorquino, iba vestida con pantalones tejanos, zapatos planos "pasados de moda", camisa blanca y una chaqueta marrón "demasiado grande".
El periódico también relató lo poco glamuroso del peinado de Madoff y recordó que su cotizado estilista, Pierre Michel, "le prohibió acudir a su peluquería" (donde cada seis semanas se daba mechas por las que pagaba más de 200 dólares) a raíz de que el pasado diciembre se conociera la estafa montada por su marido.
Mientras Bernard Madoff espera en prisión a que el lunes se conozca su sentencia durante una vista a la que podrá acudir vestido con su propia ropa (sin el uniforme de prisión), su esposa es ahora "la mujer más solitaria del mundo", según The New York Times, que recientemente analizaba los motivos por los que sufre un rechazo social tan notorio.
La mujer, que aún vive en el lujoso ático de dos plantas de Manhattan que el matrimonio compartió hasta el ingreso en prisión del financiero, ya no puede acudir a su panadería habitual ni al lujoso restaurante Bella Blu de su barrio, al que iba a menudo, y ha tenido que dejar el gimnasio al que estaba abonada por 1.200 dólares al mes, informó el diario.
Aunque no se han presentado cargos contra ella y ni siquiera se ha comprobado que conociera la verdadera naturaleza del negocio de su marido, su estrecha relación con él durante 49 años de matrimonio -en los que también trabajó en la firma de inversión del financiero- ha favorecido que Ruth Madoff no goce de la simpatía de la opinión pública neoyorquina, lo que le complica mucho la vida diaria.
Tampoco le beneficia, según destacan la prensa y los blogs locales, que hasta el momento esta mujer de 68 años no se haya disculpado en público, no haya explicado hasta qué punto estaba al corriente de lo que ocurría y no se haya dirigido a las víctimas de la estafa.
"En Estados Unidos nos encanta la gente derrumbada llorando para luego resucitarla, pero ella no ha jugado a ese juego", aseguró recientemente Alexandra Lebenthal, amiga de uno de los hijos del matrimonio, a The New York Times.
Según ese diario, hasta el año pasado, Ruth Madoff lucía refinados pantalones de algodón, complementos de piel de cocodrilo y joyas de oro, pero desde que se conoció el fraude sus vestimenta, al igual que sus hábitos, han cambiado radicalmente.
Recientemente incluso firmó una congelación voluntaria de todos sus gastos, excepto necesidades básicas como comida, y sus salidas son contadas, incluidas las que realiza para visitar a su marido a la prisión de Manhattan en la que se encuentra y a donde acude una vez cada dos semanas.
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